Solange y Clara son dos hermanas, criadas al servicio de una señora de clase social alta. Desde su posición observan la riqueza sin derecho a ella, viviendo así un estado de profunda frustración. Sus días pasan en jugar a ser la señora, en vivir como ella, en llevar sus vestidos, en disfrutar el poder que la señora utiliza humillándolas, insultándolas y despreciándolas. En este juego continuo dan desahogo a su malestar entre ellas mismas porque son espejo la una de la otra y cada una de ellas recuerda a la otra la miseria profunda en la cual están ahogándose.

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Un lenguaje grotesco, cruel, irónico y bello a la vez. Los cuerpos deformándose por el dolor de la condición de miseria del ser humano. Una escenografía ausente, el escenario se viste únicamente de una tela amarilla de 3m, desvelando ante nuestros ojos el mundo simbólico de la pieza. El espacio se llena de la sonoridad vocal de Meredith Monk y de las imágenes -proyectadas en el escenario- de flores enormes (inspiradas en la pintura carnal de Georgia O'Keeffe), sombras danzantes y de un árbol movido por el viento. El vestuario unicolor que recuerda a muñecas de producción, denota el despojo obligado de los personajes y su humilde condición. Un uniforme que neutraliza totalmente las diferencias entre ellas, privándolas de su propia personalidad hasta el punto de crear confusión de quien es quien.

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​​Basado en la obra Las Criadas de Jean Genet, Hay demasiadas flores quiere reflexionar sobre los roles de poder y las dinámicas de manipulación entre las clases sociales, laborales y en las relaciones interpersonales, además de querer ser un acto de denuncia contra todo caso de discriminación social.

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